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Nuria Marín [email protected] | Lunes 04 febrero, 2008
Nuria Marín
La elección de Hillary Rodham Clinton como presidenta de Estados Unidos sería un paso hacia el ejercicio pleno de la ciudadanía de las mujeres estadounidenses, quienes obtuvieron su derecho al voto en 1920 (enmienda 19, Constitución Política). Desde entonces han ejercido su derecho a elegir, mientras que su derecho de ser electas ha sido limitado a un reducido número de mujeres valientes que han tenido que superar con esfuerzo gran cantidad de estereotipos.
Es interesante que mientras en Costa Rica hemos contado con varias vicepresidentas, en Estados Unidos no ha habido ninguna y mucho menos una presidenta. La única candidatura a vicepresidenta de un partido mayoritario fue en 1984 con Geraldine Ferraro.
Los nuevos tiempos abren una ventana de oportunidades a las mujeres. Las elecciones de Angela Merkel, Cristina Fernández o Michelle Bachelet son un vivo ejemplo. En Estados Unidos la designación como secretarias de Estado de Madeleine Albright y Condoleezza Rice, la elección de Nancy Pelossi vocera de la Casa de Representantes (tercer puesto político) y la candidatura de Hillary evidencian la ruptura del llamado “techo de vidrio.”
La labor no ha sido sencilla y a Hillary le ha tocado abrir camino en la transición. Brillante abogada de Yale con una carrera política propia, renunció a ella para casarse con Bill Clinton. Lidió con contadas infidelidades siendo un pilar fundamental en la salvación de la candidatura (escándalo Jennifer Flowers, 92) y de la presidencia (Mónica Lewinsky, 98) de su esposo. Paradójicamente, su nivel de popularidad se disparó al “cumplir” con el rol de apoyo tradicional. Por otra parte, cambió el papel de Primera Dama por uno más protagónico tanto en campaña como en el gobierno, resumido en la fórmula 2x1. En ambos casos debió enfrentar una fuerte oposición, a tal punto que en la campaña y en gobierno se medía el “factor Hillary.” Ha sido la única ex primera dama en ser electa y reelecta como senadora (Nueva York).
Un punto interesante de esta campaña son los grandes dilemas entre los que debe navegar Hillary. Como mujer y ex primera ama debe proyectar una imagen que le ayude a superar los estereotipos que juegan en su contra, demostrando sobrada fortaleza, seguridad, liderazgo y experiencia sin ser percibida como fría ni carente de sensibilidad. Debe ser además una candidata atractiva a las mujeres (50% electores) pero no puede ser solo la candidata de las mujeres (como Obama tampoco solo de los afroamericanos). Este es un reto particularmente difícil, pues otro estereotipo patriarcal ha sido la poca solidaridad entre las mujeres, la que se evidenció en Iowa, pero cambió en Nuevo Hampshire. Veremos si ese respaldo se repite el 5 de febrero (Super Martes) pues este podría ser determinante en un posible triunfo de Hillary.
Si resultare electa como Presidenta haría realidad su aseveración al graduarse de Wellesley, de que la política es el arte de hacer posible lo que parece imposible.
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