Aquellos querubines del Uruguay de Coronado
Gaetano Pandolfo [email protected] | Viernes 08 mayo, 2020

A falta de competencia se pusieron de moda las anécdotas entre futbolistas.
Wilmer López recordó que para su primer clásico, ingresó al terreno de juego con mariposas en el estómago. La fila india de jugadores manudos entró al campo y Joaquín Bernardo Guillén, el volante de marca del equipo, ese tipo de futbolistas al que se les encarga el llamado “juego sucio”, caminaba detrás del “Pato”, le puso una mano sobre su hombro y le dijo: “tú tranquilo, dedícate a jugar, haz lo tuyo, que si alguien te “toca”, yo me encargo atrás”.
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Joaquín Bernardo definía la acción; si le daban al “Pato”, el pasaba la navaja atrás en la zona de contención. Su víctima, sería el rival que “le arreó” a Wilmer.
Ojo por ojo, diente por diente.
Repasando esta anécdota de López, los viejos del barrio sonreímos al recordar al Uruguay de Coronado, campeón nacional 1963, en cuya zona de retaguardia habitaban unos “angelitos” de terror, muchísimo más intimidadores que Joaquín Guillén.
Eso de que “si te tocan, yo me encargo”, era pan de miel en aquel equipo que llevó al título don Santiago Bonilla.
Uruguay alineaba con Roberto Montero en la puerta. “Catatillo” Sánchez, “Riguín” Sandoval y Enrique Briceño en defensa; Luis Chacón y Guillermo “Caballo” Otárola en el medio; Memo Valenciano, “Camarón” Padilla, Guillermo Elizondo, Tarcisio Rodríguez y “Piche” García delanteros. “Pecas” López y Ananías Ruiz eran también jugadores estelares.
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Ahí atrás la cosa era en serio, porque “Riguín” Sandoval, capitán del equipo y último hombre en defensa, antes de empezar un partido le decía por ejemplo al “Caballo” Otárola.
“Vos te encargas de Alvarito Murillo; o pasa la bola, o pasa el jugador; los dos no. Duro con él y si queda algo, me lo dejás a mí”.
El consejo de “Riguín” a Memo Otárola, era mucho más severo que el de Guillén a Wilmer López.
“Si te tocan, yo me encargo”, dijeron los manudos.
“Si queda algo” (de Alvarito Murillo, Danilo Montero o Pelirrojo Córdoba, jugadores técnicos y habilidosos de la época), me lo dejás a mí”, se ponían de acuerdo los lecheros.
Conociendo estas anécdotas, solo imagínense como le entraba el “Caballo” Otárola a sus rivales. ¡De terror!
Y, si alguno pasaba con balón, llegaba de inmediato la segueta de “Riguín”, y además, de feria y por si acaso, también entraba en acción “Catatillo” Sánchez, listo y pleno para atornillar al intruso.
Inolvidable este Uruguay de Coronado.
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