La peor campaña
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 18 enero, 2010


La peor campaña
La impunidad, la insensibilidad social, la ambición económica desmedida, la corrupción, el autoritarismo y tantas otras “bellezas” que adornan a los políticos, provocan tal rabia y desilusión en los electores que estos tienen la idea —nada errónea— de que todos los que aspiran a puestos públicos lo hacen motivados más por sus intereses personales que por una auténtica vocación de servicio.
La prueba más reciente de egoísmo brutal de los gobernantes se acaba de dar en Haití. Al día siguiente del terrible terremoto que devastó la ciudad de Puerto Príncipe dejando un saldo de más de 50 mil muertos, el presidente y varios ministros huyeron a República Dominicana abandonando a sus ciudadanos en el caos más absoluto. De lo peor.
Aunque el ejemplo es extremo, en todo el mundo los políticos han logrado sumir a la mayoría de los votantes en una desilusión crónica.
En Costa Rica las encuestas vaticinan entre un 30% y un 38% de abstencionismo. La mayoría de los que están decididos a ejercer su derecho al voto no llega a las urnas enamorada de un candidato sino resignada a votar por el que menos le disgusta.
Inspirados en esta percepción general, los creadores de la campaña de don Luis Fishman decidieron presentarlo bajo el eslogan de “el menos malo”. A pesar de que el concepto de votar por exclusión y no por elección está muy presente en los ciudadanos, no deja de ser lamentable el uso de una frase tan vacía en plena campaña electoral.
Claro, no cabe duda que el eslogan es efectivo: todos hablan de él. Igual que todo político cuestionado o criticado que enarbola como bandera la célebre frase “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”, el señor Fishman estará más que satisfecho de estar en boca de todos a pesar de no liderar las encuestas.
Llamar la atención: ese era obviamente el objetivo del Partido Unidad Social Cristiana. No exponer ideas, no explicar conceptos, ni siquiera ser tan demagogos como para prometer computadoras, nada. Solo querían llamar la atención. Lo lograron.
Me gustaría saber qué quiere decir el menos malo. ¿El que roba menos? ¿El que es menos autoritario? ¿El que piensa menos en sí mismo? ¿El menos corrupto? ¿El menos qué?
Como muchos de ustedes votaré por el que menos me disgusta, no por el que más me gusta. Mi elección se basará en conceptos racionales, no en percepciones emocionales. No sé si don Luis es el menos malo. Sé que doña Laura es la única mujer con posibilidades de ganar y don Otto el más guapo. ¿Son acaso esas buenas razones para votar por ellos? No creo.
Otros partidos podrían recolectar conceptos propios de la filosofía popular del electorado costarricense para elaborar sus anuncios. Por ejemplo jugar con la idea de “no perder el voto” —es decir no votar por alguien sin posibilidades de ganar— o el “votar a ganar” —eslogan que ya se utilizó— pues ofrece la ilusión de ser uno el ganador y no el candidato.
En un proceso electoral tan vacío de ideas y de propuestas realizables, el eslogan de “el menos malo” no desentona aunque resulta el extremo de la peor campaña política que hayamos tenido en décadas.
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