Crisis de representatividad
Shirley Saborío [email protected] | Viernes 05 octubre, 2018

Crisis de representatividad
La reciente fallida negociación entre los representantes sindicales y el gobierno, pusieron de manifiesto una situación que es recurrente y en aumento en los últimos años; la crisis de liderazgos.
Las grandes dirigencias son cada vez menores; el debilitamiento y la fragmentación de los grupos es cada vez mayor, así como la desconfianza entre unos y otros.
Y esta situación es complicada para un país donde el descontento social se combina con la fragilidad fiscal, y donde la ignorancia económica se manifiesta cada día con fuerza, pues de fútbol y economía todos parecen saber.
La situación actual y futura no solo es realmente preocupante por las consecuencias económicas y sociales que pueda tener no aprobar la reforma; sino que es un escenario donde los más perjudicados no son los empleados públicos sino los hogares más pobres. Esos que estoy segura no se sienten representados por los que bloquean calles, por los que lanzan amenazas y objetos al Presidente de la República, los vándalos que estropean la propiedad privada y que se refugian en organizaciones sindicales sin entender que cada una de sus acciones tiene un perjuicio sobre la colectividad. Esas personas que se verán mayormente afectadas si no se aprueba la reforma no tienen voz, ni tiempo para perder. Son personas que están resolviendo su día a día trabajando, no impidiendo que se haga.
Las amenazas contra el señor Presidente, hayamos o no votado por él, son absolutamente inadmisibles, como lo es también la suspensión de cirugías o tratamientos a tantas personas enfermas, como es dejar que los alimentos se pierdan mientras haya niños con hambre, y también el daño a la economía nacional.
Yo como demócrata y respetuosa del sistema, confío en que las consecuencias para estas personas sean las que se merecen. Porque mis derechos acaban donde empiezan los de los demás. Y la falta de respecto a la investidura presidencial es un hecho sin precedentes, y no se puede permitir.
Por muchos años participé en diálogos bi o tripartitos; y estoy segura de que los verdaderos líderes no avalan ninguno de estos lamentables hechos. Muchos de los que están deberían dar espacio para gente con visión de país, con conocimiento y sin complejos de grandeza; pero con una enorme dosis de representatividad, es lo que hace falta.
No se puede permitir que algunos que se dicen dirigentes se sienten en la mesa como representantes de grupos, pero que no tengan la autoridad para negociar. Y esto fue lo que sucedió el fin de semana anterior. Luego de tantas horas y dimes y diretes; los comensales quedaron reducidos a nada.
Eso habla mucho del escaso liderazgo con que cuentan. Para que un acuerdo se alcance y se mantenga en el tiempo es fundamental que la legitimidad de los actores sea incuestionable, así como la altura de sus representantes, en particular si el tema es técnico como lo es la situación fiscal. Y más importante aún es que debe haber un principio de buena fe y de respeto. En Costa Rica estamos acostumbrados a resolver los problemas conversando no amenazando ni golpeando, pero el tiempo apremia y los espacios son cada vez menores. Lo que cada vez es más claro es que los que se dicen representar al pueblo, no me representan.
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